21 de octubre de 2008

LA AUSENCIA FOSFORESCENTE

"Uno vive el presente como si toda una historia confluyese sobre ese presente, y el presente fuese como una suerte de consumación de todo un proceso histórico" dijo Nicolás Casullo a su entrevistador.

Como un sabio gurú, quien fuera hasta hoy uno de los mas lúcidos exponentes contemporáneos de esa rara clase de intelectuales con autoridad, era consultado por sedientos de análisis y perspectiva para tentar el trazo del mapa que llevara a la salida del "laberinto argentino".

Pero aunque fuese generoso en su docencia nunca aceptó jugar el papel de oráculo para el que lo acreditaban su trayectoria y su obra.

A sus 64 años se propuso y conformó, junto a otros pares, un espacio para desarrollar orgánicamente el debate, la confrontación y la circulación de las ideas, que estaba vacante en la sociedad argentina. Sin prejuicios; sin preconceptos y sin miedo de asumir el compromiso, ese espacio tomó el nombre de su característica y transparente forma de compartir el pensamiento: carta abierta. Su legado.

Además, de sus novelas exquisitas, sus ensayos profundos y sus artículos elocuentes; y de la cátedra de comunicación social, que tendrá un vacío insustituible en las universidades de Buenos Aires y de Quilmes, donde este crítico feroz y minucioso formaba en el pensamiento crítico y propositivo a una nueva generación de comunicadores que no se soñaran estrellas de los medios.

Muchos de esos medios que hoy reducen su perfil, el de uno de los pensadores mas influyentes sobre dos generaciones en Argentina y latinoamérica, a la simplificación parcialista e intencionada de "intelectual kirchnerista". Nicolás Casullo discutió el lenguaje y las palabras cuestionando los paradigmas dominantes de la sociedad contemporánea.

La crónica dirá que el director de la revista "Pensamiento de los Confines" y autor de "París 68. Las escrituras, el recuerdo y el olvido","La comunicación, una democracia difícil", "El debate modernidad-posmodernidad", y "Las Cuestiones", su último libro, entre muchos otros, falleció el 9 de octubre de 2008 al día siguiente de ser internado en una clínica porteña y que sus restos fueron despedidos merecidamente en la biblioteca nacional.

Pero poco, de esa ausencia fosforescente que dejan los que, a decir de Bertolt Bretch, son imprescindibles.

Por Ariel Magirena para Visión 7. Noticiero de la Televisión Pública

Publicado por Comisión de Medios Audiovisuales en Carta Abierta|9-10-08