3 de noviembre de 2008

NACIONALIZACIÓN DE LAS CONSECUENCIAS

El Capitalismo Privatiza Ganancias y Socializa Pérdidas

Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Japón, Canadá, Italia, España, Rusia. Uno tras otro los gobiernos de los ocho países más desarrollados nacionalizaron, de hecho, los depósitos bancarios, lo que los puso al borde de la nacionalización lisa y llana de la banca, algo que ya hicieron Irlanda e Islandia.

¿Qué significa nacionalizar los depósitos? Que el Estado asume el rol de prestamista de última instancia. ¿Qué significa nacionalizar la banca? Que el Estado se convierte en el único banquero. Los miembros del G-7 no están lejos de dar ese segundo paso. Y no se puede descartar que alguno de ellos se vea obligado a darlo en algún momento.

Organizada con la complicidad de los gobiernos de Ronald Reagan y de los Bush (que suman veinte años en la Casa Blanca) la fiesta fue un cóctel de codicia, imprevisión, aventurerismo e irresponsabilidad, que en los últimos años puso a Wall Street al servicio de la especulación, divorciándola de la economía real.

Si la pregunta es quién pagará los platos rotos, la respuesta es simple: los pagará el bolsillo anónimo de la mayoría, el que siempre paga, el verdadero prestamista de última instancia.

En la era de la globalización, Europa y en menor medida Japón siguieron el juego de Estados Unidos. Las leyes reguladoras de cada país y las propias Normas de Basilea (que establecen límites al accionar de los bancos y determinan una correspondencia mínima entre depósitos y préstamos) fueron burladas a ojos vista. Todo en nombre del mercado, de la libertad, de la igualdad de oportunidades.

La realidad se encargó de mostrar la falsedad de esos presupuestos. Cuando un banquero irresponsable toma riesgos indebidos y quiebra, lo socorre el rescate multimillonario de George Bush, pero nadie rescata la hipoteca de un trabajador. Si no puede pagar, pierde su casa.

El Estado garantiza los depósitos, no los empleos; cubre el riesgo implícito en la libertad de invertir, no el riesgo de quedarse sin trabajo por los despidos masivos, producto de la crisis.

Siempre fue así. Y hace unos siglos era peor, groseramente clasista. En Inglaterra el deudor plebeyo iba a la cárcel mientras que el deudor aristócrata se retiraba a su casa de campo.

Esto es lo que hacen los Estados. Esto es lo que hacen los gobiernos. Esto es lo que hacen las clases dominantes. El capitalismo es el único sistema que privatiza las ganancias y socializa las pérdidas.

Muy probablemente un gobierno demócrata vendrá el año que viene a limpiar el establo que ensuciaron los republicanos. Abrirá las ventanas para ventilar; sacará los animales, barrerá y lavará. Después entrará los animales y cerrará las ventanas. Y seguirá siendo el mismo establo.

Nadie puede esperar razonablemente que el capitalismo se niegue a sí mismo y se rectifique tantas veces como sea necesario hasta convertirse en un sistema más humano, igualitario, solidario, donde cada quien aporte lo que esté a su alcance y obtenga a cambio lo que necesita para vivir con dignidad. El socialismo real no pudo hacerlo; el capitalismo sabe que moriría si lo intenta.

Tras la caída del Muro de Berlín el capitalismo central instaló la utopía tecnológica, su propia revolución permanente, que conduciría al progreso indefinido vía globalización, esa panacea dirigida por Estados Unidos que nos permitiría construir el mercado único mundial. Y éste, que debería abatir todos los nacionalismos, seculares o religiosos, nos llevaría al cielo.

Ahora que cayó la Calle del Muro, ¿no siente, lector, un poco de nostalgia por las cosas en las que creíamos cuando éramos jóvenes e inmortales?

Por Norberto Colominas
Buenos Aires Económico|14-10-2008